TRAICIÓN Y DESVENTURA

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El Movimiento obrero procuró, en un algún momento, los contrapesos para salvaguardar los derechos de los trabajadores consagrados en la Ley Federal del Trabajo y en articulado de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en el 123.

No negamos, de ninguna manera, que lidió por muchos años por los derechos de los trabajadores hasta que la misma fuerza concebida en esas agrupaciones degeneró, a tal grado, que se olvidaron del porqué se luchaba.

La acción directa de los trabajadores como respuesta a la imposición patronal fue en gran medida la forma de cómo se llegaba a un equilibrio de fuerzas, que por derecho propio, tanto de un lado como del otro, estaban defendiendo sus propios intereses.

No sé en que momento esa fuerza sindical empezó a degenerarse para convertirse en la fuerza enajenante que promovía la inequidad de sus propios agremiados.

Para el caso que nos ocupa, diremos que estas agrupaciones en México se tergiversaron a tal grado que permitieron la degeneración de los principios básicos de la agrupación sindical para la defensa de los trabajadores.

De pronto los intereses de algunos líderes encajaban perfectamente en los ofrecimientos que les hacían llegar como parte de las negociaciones del lado patronal o institucional, liberando con ello al monstruo de los deseos de acumular poder, riqueza y otros tantos deseos escondidos en las mentes de los inquisidores líderes sindicales. Si bien es cierto que la masa de trabajadores acumulaban una fuerza destructora, también fue cierto que le encontraron la forma de aniquilarla, y es que el soborno, la componenda, la compraventa de influencias, los cargos en el gobierno y en las mismas organizaciones sindicales, colocó a los sujetos a lidiar con sus propios intereses, olvidando la verdadera causa de dicha fuerza.

El sindicalismo mexicano y la propia estructura gubernamental adolece de la misma enfermedad; el poder a ultranza. Este sindicalismo ha olvidado que es una fuerza para avanzar en el porvenir de la nación. Que son parte del desarrollo y del crecimiento de todos los mexicanos. Que deben obedecer más a las fuerzas internas y prevalecientes para la construcción de una nueva clase de ciudadanos y no seguir persistiendo en la componenda ni en la traición a las instituciones y a los mexicanos. El sindicalismo en México perdió su liderazgo debido a que se anidó en el corporativismo de las propias instituciones gubernamentales.

Ante la nueva situación, gobiernos estatales y federales deben dejarse de amedrentar por esas fuerzas sindicales y construir una nueva relación de libertades y de intercambios para un mismo propósito. Las estructuras de poder deben dejar de serlo y convertirse en estructuras virtuosas que medien el desarrollo y el crecimiento.

Ya no más un sindicalismo de estado. Ya no más un corporativismo a ultranza. Por el bien de todos, a portarnos bien todos

Así sea.

oswaldodel@hotmail.com

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