En las cosas de interés siempre o casi siempre se oculta una verdad y eso lo podemos constatar en lo que está pasando en Bolivia y en otras partes del globo terráqueo. Ocultar las verdades es simplemente correr el velo de la simulación, ésta que dibuja invariablemente condiciones de eficiencia pero termina con la ineficacia y el desastre del hacer público. La verdad oculta es condición de los gobiernos corruptos que sin miramiento alguno esconden intereses para fingir y hacer las trasgresiones correspondientes. La verdad oculta es una forma de caminar con el interés público que somete a todos quienes temen, por cualquier motivo, perder su empleo. México no ha sido la excepción de la corrupción y de la impunidad, ambas existentes en el mundo, pero caminaron y se agrandaron exponencialmente. El modelo instalado en México desde hace casi 40 años nos ha ocultado una verdad que empieza a salir a flote y es que la riqueza de México, que pudiera estar en las manos de todos, se concentró en unas cuantas. Riqueza que no se la pudieron acabar en tantos años de saqueo y despilfarro, esa verdad como otras tantas fueron, son y serán que Juan Pueblo manda y no se había percatado de ello. Si por algún motivo cedimos esa fuerza fue porque creímos que las cosas cambiarían, pero no fue así, por tales motivos la recuperación del mandato del pueblo será sin lugar a dudas el bastión de una nueva democracia participativa.
México se observa en el espejo del poder del mundo que si los mexicanos descuidamos al presidente en turno, vendrán muchos por la cabeza de él, en ese momento el golpe tendrá lugar. Lo que vemos en Bolivia por la derecha extrema exacerbada y aparentemente cristiana, no es otra cosa que la hipocresía manifiesta en piel de cordero siendo el lobo quien ostenta el engaño. Por el bien de todos, que no se le ocurra a la derecha extremista tratar de dar un golpe de estado en México. Así sea.
OSWALDO DEL CASTILLO