Marca Cultural Semanario No. 1684

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Indudablemente, una de mis fechas favoritas es la celebración del Día del Niño, gracias a Dios tuve una infancia feliz, una casa donde había reglas y obligaciones, un hogar, donde había amor.

Recuerdo, como si fuera ayer, la fiesta del Día del Niño que nos hacían en el colegio, a mi mami llevarme a comprar el mejor vestido que hubiera en El Mago de Oz, porque déjeme decirte que antes a las niñas si nos vestían como “niñas”, con vestido tipo español y calcetas caladas a la rodilla, aunque eso significara sufrir de calor durante el festejo, lo que se compensaba con el convivir con las amigas del salón, comer pastel, gelatina, bailar, cantar y traer de regreso a casa una bolsa repleta de dulces, los cuales mis sobrinos ni conocen o de plano ni les gustan.

La entrevista del día de hoy se da en el marco de la celebración del 30 de abril. Soy Julia Pineda y esta es la entrevista a Pipika, Gildardo Flores, “Pipika” inició con el oficio de payaso a muy corta edad en Culiacán, Sinaloa, recuerda que vivía en la orilla de Culiacán, a dos cuadras del Tecnológico de Culiacán, lugar donde llegaban los circos y juegueros. Ahí se encontraba la última llave de la ciudad, “todos los cirqueros iban a la llave de la casa a tomar agua y ahí nosotros les ayudábamos a formar la carpa, a que se hiciera grandota, entonces nos dejaban entrar a las funciones”.

Recuerda “Pipika” que había un circo en especial, el circo de los Hermanos Durán, a donde pertenecía “Rudy”, Rodolfo Durán, (el payaso Bobito) el cual en una ocasión necesitaba varios payasos para una rutina que se llamaba los soldados, fue así que dentro de los seleccionados para ejecutarla resultaron su hermano Mosquito y él, y junto al payaso bobito, el payaso mosquito, aprendió el arte de payaso hace 43 años. “Pipika” dice que “para cualquier arte, antes que nada se necesita actitud, sin actitud no vas a ningún lado, por más apto que estés, puedes tener aptitud para tirarte de un avión, pero si no tienes actitud, nunca te vas a tirar”.

A lo largo de 23 años, “Pipika” ha llevado a cabo un bellísimo Programa denominado “Hospital Arte”, “cuando yo era pequeño nosotros en la colonia donde vivíamos salíamos a bañarnos en la lluvia y una vez, nos fuimos jugando por todos los charcos y arroyos que había por la calle Bravo, entonces llegamos atrás del hospitalito del niño, ahí había una fuente y dijeron, ahí es el hospitalito del niño y a mí me impresionó eso, y dije, cómo es que los niños están ahí. Ya siendo payaso fui, pedí permiso para entrar y me dejaron, ingresé un tanto temeroso porque es una situación muy especial, los papás están en una situación muy especial, uno habla de los niños pero cuando un hijo se enferma quienes son más vulnerables son los padres, eso lo he aprendido ahora. A invitación de una voluntaria fue que me quedé en el pediátrico, posteriormente otro grupo de voluntarias de un banco que ya desapareció, me invitaron, ellas fueron las primeras que crearon una ludoteca en un hospital, y seguí colaborando con ellas. Tiempo después vino un sicólogo de la Ciudad de México, Alfonso Aguirre Martínez y me dice, Pipika, pues yo te acompaño e hicimos los recorridos. Después hubo un programa que venía de la Ciudad de México basado en el doctor Patch Adams, que se llama Hospital Arte, DIFOCUR me dice, Pipika trabaja con nosotros y así es como empatamos en éste; luego viene el Programa Aula Hospitalaria, algo que en Europa ya se hacía, en el mundo hay muy pocas y en Sinaloa hay seis o siete. En un aula hospitalaria hay niños que tienen cierto tiempo internados y hay maestros especiales que los ayudan a continuar con su educación normal, hacen exámenes, es algo muy especializado.

Pipika comenta con entusiasmo que este programa Hospital Arte se ha extendido a lo largo de la geografía sinaloense e incluso ha viajado a otros estados, Jalisco, uno de ellos. Se realiza cada semana, los jueves, donde se visita cama por cama, niño por niño. Con la certeza y la alegría de llevar felicidad aún a pesar de la adversidad y complicación en algunos casos.

Comparte con nosotros una de tantas experiencias vivida a lo largo de su trayectoria como payaso y en especial con este programa en los hospitales; “hay una en particular, un niño que tenía una enfermedad que le impedía moverse incluso usaba respirador artificial, la mamá muy nerviosa estaba en un lugar aislado, el sicólogo, Alfonso Aguirre y yo pasábamos por ahí, yo le decía adiós al niño y él nomás abría sus ojos y seguíamos con los otros niños porque no nos dejaban entrar, a los días yo tomé una silla y desde arriba empecé a hacer graciosadas y el niño se emocionaba, entonces a la siguiente vez me subí a la silla e hice una flecha, abrieron la puerta, se la lancé, el niño alzó su mano y tomó la flecha, el niño me la regresó, entonces empezamos a jugar con el niño, él empezó a moverse un poco más y a transmitir información, que quería jugar, ese niño fue llevado con el respirador a ludoteca a que jugara y conviviera, él lo hacía de la mejor forma, este niño falleció, pero con una calidad de vida y con una oportunidad de jugar, su mamá con la tristeza de ver partir un hijo pero con la alegría de haberse despedido y nosotros a través del juego obtuvimos una reacción, Dios que interviene en todo fue quien lo realizó, pero en ese ratito estábamos parados ahí nosotros.

La gratificación más importante es la sonrisa de los niños, la risa no, porque tendría que ser una hilaridad, porque a veces con dolor no se puede reír, pero si se puede sonreír, si se puede cambiar de ambiente.

Para todos los que fueron niños y para los niños, hay que ser felices con lo que tengas, cómo me puedo divertir con lo que tengo, cómo puedo vivir hoy para ser feliz, qué puedo hacer para que mi niño interior se divierta. Hay veces que tenemos situaciones muy duras, pero a esa situación le podemos cambiar la actitud y ver el problema de diferente manera, a veces es un número seis pero la otra persona lo mira nueve, sean felices, concluyó con una inmensa sonrisa, Pipika.

Desde este espacio, envío una extensa felicitación a todos los niños en su día y a todos los que luchan día a día por conservar y apapachar al niño que llevan dentro, es algo que no cuesta mucho y que gratifica enormemente el alma.

Gracias por tu tiempo, hasta pronto, si Dios quiere.

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