Una vez más la opinión pública se hace escuchar, en esta ocasión ante un hecho escandaloso de tortura por parte de elementos del Ejército Mexicano. Dichos actos ocurrieron en febrero del año pasado pero ahora salen a la luz pública.
La mujer que fue víctima de la tortura es miembro del cártel de La Familia Michoacana. De primer impacto, la noticia y el común sensacionalismo hacen pensar que el personal castrense torturó a una ciudadana común.
Independientemente de eso la tortura, como medio, está mal aplicada en una sociedad a la cual aspiramos ser. Pero podemos destacar para la reflexión los siguientes puntos:
Las personas representan una institución, pero no son la institución. Un elemento de una estructura debe conducirse de acuerdo al ideal filosófico del organismo que representa o para el cual trabaja. Si su obrar no corresponde al ser, entonces el elemento es el que está mal, sea moral o eficientemente, según sea la cuestión. Esto concluye que tal persona no es idónea para la institución. Al decir idónea o idóneo, se quiere decir el adecuado para tal función y en tal o cual organización, en este caso la castrense.
Dicho esto, por uno o muchos, podremos decir que hay elementos que no son adecuados o idóneos para tales tareas del ejército, quizá porque no tienen los conocimientos jurídicos necesarios en materia de Derechos Humanos, o su temperamento personal los vence y es donde afectan a todo el cuerpo institucional.
La pregunta es: ¿Actuó la SEDENA en este caso? Esa pregunta responde a su identidad de servicio a los ciudadanos y al bien social. La manera en cómo responda sancionando al personal que no cuida la imagen pública de su institución, es la que habla del esfuerzo por apegarse a sus principios tradicionales. Lo cual, ya lo hizo.
Por otro lado tenemos el amarillismo que en ocasiones se disfraza de humanismo, somos una sociedad que hace bien en opinar, en señalar, pero poco se protesta cuando son nuestros servidores públicos los que entregan su vida en cumplimiento del deber.
Son individuos que reciben el nombre de soldados, una vez que deciden pertenecer al ejército para proteger a los ciudadanos. En el caso nuestro no tienen actitud belicista, tienen vocación de servicio.
Algo deben hacer sus jerarquías para conquistar no solo la buena opinión, sino el corazón de los mexicanos.
Javier E. Zepeda Osuna
Universidad de San Miguel