No a la Anticultura de la Muerte

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violencia¿Qué tan grave puede ser una acción que merezca ser cobrada con la vida?

Con esta pregunta no nos referimos a una sentencia judicial como existe en otros países, sino a la “justicia” que se hacen algunas personas por cuenta propia, pero, ¿qué conciencia valora si realmente es justa la retribución que se hace por cuenta propia, y más cuando es movida por impulsos emocionales?

Sabemos que uno de los grandes problemas es la violencia y se realizan estrategias para combatirlas, pero una realidad muy profunda, es que aunque pululen retenes por las calles de la ciudad, detrás de un arma, está una persona que la dispara. Se podrá confiscar un arma, pero la persona está libre, y si se le recluye, tan solo se traslada la violencia a los penales.

El corazón de la violencia está, lamentablemente en las personas.

Toda persona tiene capacidad de enojarse y enfadarse y casi la totalidad de las personas exclama con palabras fuertes. Pero hay quien expresa deseos dañinos hacia los demás. Un mal que se está presentando en la actual adolescencia, inclusive en las mujeres, son frases que hacen alusión a crímenes violentos.

Si prestamos atención a pláticas entre jóvenes de secundaria, bachillerato o de universidad, escucharemos frases como “levantón”, “quebrar”, etc. La presunción de tener algún familiar o conocido que realice tales “favores” y el simple hecho de imaginar hacer eso, nos habla de la anticultura de la muerte latente en la conciencia de un sector de la juventud.

¿De quiénes habrán aprendido tales frases? ¿Cuáles son las personas modelos para ellos a quienes tratan de imitar?

El problema se hace más grande cuando efectivamente lo llevan a cabo. La conciencia es demasiado maleable y adopta la forma que uno quiera. Un punto clave podría ser prestar atención a los medios de formación o de “deformación” de conciencia. Normalmente son los grupos de amistades cercanos, la lectura, la música, las películas y las pláticas significativas que graban algo en la mentalidad, sea bueno o malo.

Javier E. Zepeda Osuna
Universidad de San Miguel

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