Acercándose el aniversario de la Revolución Mexicana surge a consideración un detalle desde el punto de vista histórico, el cual, considerándolo nos puede ayudar en la construcción de nuestra historia personal y es el siguiente: un acto llevado a cabo por una persona no la convierte en buena ni en mala, es la sucesión de hechos o el hábito en realizar el bien y el mal o diciéndolo de otra manera, un gran acto que realicemos lo debemos respaldar con otra serie de actos buenos.
Esto podría hacernos pensar que también la buena fama y la reputación se mantiene y es verdad, sea en el ámbito personal, social o profesional debemos darle mantenimiento a nuestra imagen porque esa pasa a ser la referencia histórica.
Pongamos como ejemplo el siguiente: un militar que combate en la batalla de Puebla, en el Sitio de Puebla, la Batalla de Miahuatlán, la batalla de Carbonera; organizó guerrillas contra los franceses en Oaxaca y el 2 de abril de 1867 tomó Puebla y el 15 de junio recuperó la ciudad de México. En efecto, estos hechos nos harían pensar en un héroe nacional, en un personaje que se merece algunos monumentos.
Y en realidad se trata de un militar destacado, un patriota, pero las acciones posteriores lo llevan a ubicar un lugar muy diferente en la historia nacional, nos referimos a Porfirio Díaz, el blanco de la Revolución Mexicana.
Y así ha sucedido con otros personajes de la historia de México, tanto en lo político como en lo deportivo.
Este detalle nos lleva a reflexionar que los mismos que nos pueden cargar en hombros mientras damos la vuelta al ruedo son los mismos que nos pueden señalar por nuestras equivocaciones, los aplausos son efímeros y esperemos que el inicio de la semblanza de nuestra historia comience cuando nos encontremos en medio de buenas opiniones sosteniendo el eco de nuestros.
Javier E. Zepeda Osuna.