Siria nos duele porque nos hermana

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Aunque a distancias de kilómetros de nuestro país se encuentra una guerra intestina en la nación Siria, las redes sociales la han hecho cercana, sobre todo por la fotografía de un niño sirio de nombre Alan Kurdi, quien murió ahogado en el intento de su familia por huir de la guerra.

El motivo de esta guerra es el intento del Estado Islámico de establecer un califato. Dicha asociación más que una organización terrorista es de hecho un Estado no reconocido, ya que tiene el control total de algunas zonas de Irak y de Siria incluyendo sus recursos como el petróleo.

Siria aunque lo veamos como un país muy lejano, no lo es ya que ha sido escenario de otros grandes momentos de la historia de la humanidad: formó parte del legendario imperio asirio, del reino babilónico y posteriormente del reino persa; fue arrebatada a los persas y anexada al imperio de Alejandro Magno.

Como reino independiente algunos de sus reyes son mencionados en la biblia, como por ejemplo el rey Antíoco y su dinastía. Dentro de la historia eclesiástica tiene su importancia, ya que el apóstol Pedro, antes de tener su sede en la ciudad de Roma, lo tuvo en la ciudad de Antioquía, es decir, después de Jerusalén y antes de Roma, Siria fue el centro de la naciente cristiandad. En ese periodo fue provincia romana y después parte del reino bizantino y del reino turco-otomano.

Vidas humanas, población, familias, herencia arqueológica milenaria está desapareciendo.

Esta guerra repercute en algunos países en la temática migratoria: son miles de sirios los que están siendo refugiados en otros países y muchas organizaciones no gubernamentales promueven la concientización de brindar apoyo y techo a las víctimas de esta guerra.

Uno de los tantos puntos que se pueden tomar como reflexión sobre esta guerra es acerca del fanatismo y en este caso el fanatismo religioso y la antipatía cultural hacia occidente, antipatía que ya se transformó en odio en medio oriente por parte de los yihadistas; toda forma de vida occidental es penada capitalmente por este extremismo religioso.

Javier E. Zepeda Osuna.

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