Las autoridades en materia de seguridad nos aseguran que no están rebasados por la violencia en Sinaloa, en tanto que, estudiosos del tema, nos exhortan a no acostumbrarnos a este permanente clima de muertes anunciadas.
El General Genaro Robles Casillas asegura que no se ha perdido la capacidad de actuar contra los grupos de la delincuencia organizada, pero en dos meses de este año se han presentado 234 homicidios dolosos, 37 más que en el primer bimestre del año pasado.
Apenas hace un mes el secretario de la Defensa Nacional, general Salvador Cienfuegos Zepeda, presidió en la Novena Zona Militar una reunión de evaluación sobre los nuevos hechos de violencia, “ que se han escenificado en Culiacán y Navolato en los que en sólo un día dejó un saldo de 11 personas muertas, entre ellas un elemento de la Marina” se informó.
Un pequeño pueblo rural puso a Navolato en el mapa mexicano de los 50 municipios más violentos.
Nos explican que faltan patrullas, no hay policías suficientes, las cámaras de seguridad no sirven y se necesita vigilancia aérea. Todo eso hace falta.
Parece que también hace falta poder y también querer.
Y es que la ciudadanía se pregunta cosas de sentido común, como la siguiente:¿porque una pequeña comunidad rural, en zona de gran producción agrícola, es un fuerte del enemigo y no se puede apaciguar?
Nos dicen que la violencia es exclusiva de dos grupos que se disputan el poder tras la extradición de Archivaldo Guzmán, pero el caso de El Pirata, un antro en el que un hombre sacó su metralleta del carro y mató a tres personas inocentes, nos habla de la gran locura de hombres armados en las calles, incluidas las zonas doradas.
Por lo que se sabe el antro está cerrado, pero también se puede ver, en ese local clausurado, que hay trabajos de remodelación.
Seguramente se abrirá de nuevo.
Acostumbrarnos a la violencia es lo mismo que acostumbrarnos a las complicidades, muchas, que hay en ese campo y tema.
Queremos creer que no estamos rebasados ni estamos acostumbrados , pero si debemos insistir en que el gobierno cumpla su parte y, con hechos, nos diga que no hay complicidad que valga ni guerra ajena que nos quite la capacidad de vivir en paz; en el campo y en la ciudad.
Que así sea.