Es tan común oír mentiras que ya dejan de lastimarnos cuando damos cuenta de que fueron eso: mentiras. Miente el político, miente el servidor público, miente el vecino y hasta quien nunca debió mentir, miente. La mentira es consubstancial a la vida, es un reflejo del ser viviente inteligente que niega admitir su propia verdad o su propia mentira. Mentir es un verbo en forma infinitiva que plantea un continuum de una acción presente que no justifica fortaleza ni debilidad alguna.
El que miente se defiende de nada y hace del todo una farsa que la lleva a su feliz término. El que miente propaga el virus de la falsedad y se abusa de la ingenuidad del destinatario de la mentira.
Mentir va más allá de la propia mentira pues se construye un camino de mentiras que no tiene final. Mentir es la causa directa que te lleva a mentir de nuevo, es en ella, la mentira, la forma tergiversada de una verdad desfigurada. Hay vidas enteras que son mentiras y hay mentiras enteras que destruyen vidas completas. La mentira no es un cimiento donde puedas levantar muros de verdad, no es la base de nada que pretendas construir un todo. La mentira es finalmente la debilidad del ser humano que no completa su hechura, que queda en término medio aquello que no pudo lograrse. Es pues la otra mitad de un recorrido que no pudo completarse.
Oswaldo del C.