Trump recargado aparece de nuevo. Y nos hacemos la misma pregunta; ¿resultará igual que antes? Quizás peor, como una respuesta adelantada.
Un personaje construido desde la esfera económica. Un hombre acostumbrado al poder del dinero y ahora al poder político. Un sujeto que ya midió su fuerza política en el ámbito global. Acostumbrado a hacer su voluntad a costa del amago y del repudio, quizás, de él mismo. Un triunfo electoral avasallador, dejando a su oponente, Kamala Harris, muy lejos o muy atrás en la pista electoral.
Para muchos, ambos personajes obedecen a la misma fuente del poder; el poder mismo. EEUU, pasa por una situación difícil, su techo de deuda ha sido rebasado múltiples de veces. Su hegemonía mundial compite con otras hegemonías, China, Rusia, la India, y otras naciones que han participado activamente en el mercado global. Una realidad que se mira más en la multipolaridad económica-comercial-armamentista, que en la propia paz, tan necesaria como obligada. Donald Trump, llega a ser el fiel de una balanza, que bien pudiera inclinarse hacia un lado pacifista o hacia el otro destructivo. Contestatario o ferozmente guerrero. Ciertamente, hoy tenemos condiciones muy diferentes a lo que se vivió en antaño, pero eso quizás no se logre dimensionar en la justa medida en el concierto de las naciones. Un mundo convulso cuyos actores se juegan el destino de todos. Quizás también, el cosquilleo por el uso de las armas nucleares, será una prueba, quizás insuficiente, para mantener la paz en este deteriorado mundo. Llegamos al punto de inflexión, este en el que se mide la utilidad del hombre o del coste que este posee por no ser de utilidad en la ganancia de los dueños del capital. Miles de millones de hombres y mujeres que cuestan más de lo que aportan a los poderosos financieros. Sin duda, habremos de sopesar si la raza humana sobrevive a la exigencia humana o a la exigencia de la ganancia. Esto claro, no lo veremos pronto.
Apuntado está.