Marca Cultural Edición No. 1714

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Incorporamos a esta columna dos interesantes hechos culturales.
Recientemente se dio a conocer el compromiso matrimonial del príncipe Harry y Meghan Markle, y desde entonces una serie de información ha circulado en torno al tema, por citar sólo uno, el que se refiere al hecho de que la joven a contraer nupcias en la primavera del 2018, no será llamada princesa Meghan cuando se case con el príncipe Harry. La respuesta es cruda y sin miramientos: para el protocolo de la realeza británica, la estrella de Hollywood carece de “sangre real”.
En términos prácticos, la regla se traduce en que Megham Markle se verá obligada a seguir el ejemplo de su futura cuñada. Cuando Catherine Middleton y el príncipe William fueron pronunciados “esposa y esposo”, en 2011, ella se convirtió automáticamente en su alteza real princesa William de Gales. Tener “sangre real” permitió que la hermana menor de la reina Isabel II de Inglaterra fuese llamada princesa Margaret. De la misma manera que la hija de la reina es la princesa Anne y que sus nietas son princesas también: Beatrice y Eugenie. La ascendencia simplemente les dio el derecho de ser princesas. Pero su madre, Sarah Ferguson, nunca fue princesa Sarah, y Sophie Rhys-Jones, la esposa del príncipe Edward, no es la princesa Sofía. Las reglas también significan -para la consternación de muchos- que Lady Diana Spencer nunca fue oficialmente la princesa Diana. Desde el punto de vista del Palacio de Buckingham, se necesitan títulos para los miembros de la familia que ocupan roles, aunque prestigiosos, periféricos en el principal negocio de la monarquía. Pero como sucede con muchas cosas conectadas con el protocolo de la realeza británico, siempre hay una excepción a la norma: el esposo de la reina, Felipe, sí es príncipe.
El giro conservador de la política global pilló a U2 con el pie cambiado y un disco que, de repente, se quedaba corto para impartir lecciones de vida en un contexto de pesimismo. Tras su vuelta a talleres, el viernes primero de diciembre lanzaron por fin dicho álbum en forma de mensaje de amor y concordia en mitad del desierto. Más reflexivo que ampuloso y más melódico que ácido (aunque no faltan algunas cuerdas ásperas como contrapunto oscuro), “Songs of experience” (Universal Music) será una realidad tres años después de la primera vez que Bono y los suyos hablaron por primera vez de él, tras editar su contrapartida “Songs of innocence” (2014).
Para el cantante de jazz Gregory Porter escuchar a Nat King Cole era como si su padre, ausente de su vida, le estuviera dando los “consejos” que nunca le dio y por ello decidió grabar el disco tributo “Nat King Cole & Me”, en el que reúne las canciones que más le han marcado del intérprete. Cuando tenía seis años, Porter grabó una “pequeña canción” y cuando su madre la oyó le dijo que “sonaba” como Nat King Cole. No sabía quién era el cantante pero a partir de ahí empezó a escucharle en la colección de discos de su casa y en ellas encontró “un sonido familiar”, explica el estadounidense en una entrevista.
Gracias por tu tiempo, hasta pronto, DM.

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