Marca Cultural Semanario No. 1668

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DONAR PARA TRASCENDER

Mi padre decía “con el ejercicio del periodismo más que obtener una gratificación económica, obtienes reconocimientos” y creo que tenía razón.
En mi paso por esta profesión he encontrado gente maravillosa, de esas que te hacen vibrar al hablar desde su corazón.
Así es como recuerdo a la señora Adriana Castro de Alverde, presidente-fundador de la Asociación ALE I.A.P, a quien agradezco su tiempo para esta entrevista.
“La Fundación ALE nació en 2004, año en que Alejandro, el segundo de mis niños, fallece tras una cirugía de anginas. Es curioso como entramos a la cirugía nada más para darle mejor calidad de vida a Alejandro. Ahí se presentó una complicación. Alejandro se desangró, tuvo una hemorragia muy fuerte y con ello muerte cerebral.
Mi esposo y yo pasamos por un momento muy duro. No podíamos asimilar que ALE había fallecido. Era un niño de tres años. De repente te dicen que tiene muerte cerebral y tú quisieras que te dijeran: ¡al ratito va a despertar! Pero no había vuelta atrás. En ese momento nos sueltan la sugerencia “sería una opción el que ustedes donen sus órganos” y nos decidimos a hacerlo.
Adriana continúa: “Si te soy honesta yo decidí donar con muchísimo dolor, porque no entendía que, aunque el corazón de Alejandro seguía latiendo, estaba muerto. Fue un poco contradictorio. Sin embargo los órganos de Alejandro tenían que seguir vivos para poderlos trasplantar.
Al poquito tiempo, estando en la funeraria, llamaron por teléfono y me dijeron que ya tenía seis nuevos hijos, que Alejandro ya había trascendido.
Ahí te empiezan a caer los veintes y dices ¿cómo estaba tan enojada? Ahorita me están diciendo que hay seis personas que están vivas gracias a este chaparrito y la verdad te conmueve. Yo me acuerdo que le decía a mi hermana, Lucy: Imagínate en esas seis casas como están bailando de felicidad y nosotros estamos llorando, pero nosotros somos una familia y allá afuera hay seis familias que recibieron un órgano y de nuevo la vida. Sí en mi decisión está el evitar el dolor de una madre que está a punto de perder a su hijo y logramos trasplantar y no murió, pues de mi cuenta corre. Siempre he dicho que el dolor de perder a un hijo no se comparte; porque es muy grande.
Entonces nos dimos a la tarea de comenzar y vamos avanzado, aunque en México falta mucho por cambiar, no solamente nuestra mentalidad, porque la gente en México es generosa. Una vez que entiende, se suma a la causa.
Me gustaría que nos vean como una institución que tiene pasión y vocación por los pacientes. Hacer que el tema de la donación de órganos sea un tema de alegría, para que de esa forma empecemos a ser más los que nos animemos a donar.
Si Diosito se parara con mi Ale de la mano y me dijera, Adriana ahí te va Alejandro de vuelta, yo le diría, oye Diosito, no seas malo, ya te lo llevaste, ya salvó seis vidas, y ya me salvó a mí de ser tan burrita, de no entender que en esta vida estamos de paso, él ya tiene el cielo y ojalá todos lográramos ver la muerte como un lugar de trascendencia.
Las penas siempre van a existir, el dolor de perder a Alejandro existe, ahí está, siempre va a haber gente sufriendo, si te soy honesta, yo creo que yo aprendí a ofrecerlo por los que estaban sufriendo más que yo.
Desde chiquita me inculcaron a darme (puede sonar muy romántico pero créeme que funciona), el no nada más pensar en mí, sino ver a mi alrededor y entender que siempre va a haber alguien que necesite más.
Yo les digo a mis hijos: Lo único que les voy a dejar es la huella de trabajar, amar, vivir alegres y siempre dar gracias. El valor de la gratitud lo tenemos perdido. Últimamente nos sentimos como dignos de todo. Creo que debemos aprender a ser agradecidos con la vida. No podemos pasar, por ésta, con indiferencia ante las necesidades de los demás.
Te juro que me siento agradecida, primero con Dios por las lecciones de amor que me ha dado, por haber venido por Alejandro antes de tiempo. Luego con mis padres, porque me educaron en un hogar de amor. Por mi marido que me ayuda a seguir con mi lucha y también agradezco a mis hijos porque me comparten. El tener una fundación es demandante, entonces eso se tiene que agradecer.
Me preocupa que no seamos sensibles y he platicado con los doctores de la necesidad que hay en los pacientes, a las enfermeras les digo lo mismo, cada vez estamos más bloqueados a querer abrazar, a querer amar, a los que más lo necesitan”, concluyó la señora Adriana Castro de Alverde, mamá del “buen Ale”, como ella misma lo recuerda.
Gracias por tu tiempo, hasta pronto, D.M.

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