EN LA BÚSQUEDA DEL BIEN

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Cuando se debaten o se confrontan ideas, más aún, cuando las posiciones o puntos de vista tienen que ver con ideas fuertemente abrazadas, creencias o estilos de vida, la confrontación adquiere un vicio.

Dicho vicio es dejar de lado la razón para argumentar con los defectos del contrario. Por un lado se entiende, porque, como prohibir lo que estar en contra de lo que la otra parte hace.

Estos puntos los podemos aterrizar en distintas problemáticas, pero si se llega al punto de que una de las partes incurre en algo que critica o que está mal, entonces viviremos en una sociedad en la que nadie tendría derecho a opinar, ya que todas las personas en algún momento fallan de alguna o de otra manera, quizás no en el mismo mal o en el mismo delito. Más sin embargo, el derecho de expresar una opinión sobre algo, aunque quien lo exprese no sea perfecto, es un derecho que no se le puede quitar.

Cuando una persona habla del bien, de lo que es bueno, si lo respaldan sus obras, convence. Pero no necesariamente se puede hablar del bien sólo cuando hay obras que respalden el discurso.

Del bien se puede hablar también como aspiración, reconociendo que hay costumbres o normas, sean morales o jurídicas que aún no se han alcanzado en el obrar personal, pero se está en camino, se mantienen como ideal de conducta, como aspiración.

Una conciencia que está en camino hacia ese ideal, aunque de momento no sea impecable su conducta, sus opiniones serán sinceras y serán validos sus discursos.

Quedan entonces dos cosas de apreciar cuando se manifiesta una opinión o se dirige un discurso: ¿Esta postura está respaldada por las obras? O, ¿Estas palabras son honestas y anhela alcanzar lo que propone?

Busquemos ubicar lo anterior en las distintas propuestas que se nos presentan últimamente y en los diferentes discursos que escuchamos.

Javier E. Zepeda Osuna

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