Diálogo Deportivo Semanario No. 1653

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DD#1653

Alex Rodríguez, se va del béisbol. Deja una huella imborrable, aunque no arriba a la cifra mágica de los 700 home runs.
Son tres mosqueteros que tienen esa cifra mágica: Barry Bonds con 782, Hank Aaron con 755 y el grandioso Babe Ruth con 714 bambinazos.
Bonds, lo hizo supuestamente bajo el influjo de sustancias prohibidas. Por ello, el alto comisionado del béisbol de las Grandes Ligas no le ha otorgado la validez del liderato general de bateo, en cuanto a jonrones. Entonces legalmente Hank Aaron lo tiene. Un Aaron intachable, modesto y noble que regaló muchos toletazos en los diversos estadios de la Gran Carpa.
Americano de color, fue ejemplo para su raza en este deporte de los bats y manillas. Con tremendo poder y buena vista superó al italo-norteamericano Babe Ruth.
Lo mismo bateaba curvas y rectas. Los aficionados disfrutaron mucho de su bateo.
Otro tanto sucedió con Babe; sólo que con este hombre había espectáculo extra estadio, debido con sus escándalos provocados por el consumo excesivo de alcohol. La prensa de su época aprovechaba sus aventuras románticas, y de otro tipo, para ridiculizarlo. Nunca le importó eso.
La historia nos dice que el 5 de enero de 1920 Ruth fue traspasado a los New York Yankees, a cambio de 125.000 dólares en efectivo y otros 300.000 dólares en cesiones que el dueño de los Red Sox, Harry Frazee, usó para financiar sus producciones de Broadway
La venta de Babe Ruth a los Yankees está considerada como una de las peores transacciones de la historia del deporte estadounidense. El conjunto bostoniano, cinco veces campeones de las Series Mundiales hasta ese momento (las tres últimas con Ruth en el equipo), no volvería a lograr ningún campeonato hasta 2004. Este periodo de 86 años de sequía fue conocido como La Maldición del Bambino, precisamente porque Ruth los maldijo y predijo, como también anunció el viaje de la pelota en el famoso jonrón ofrecido a los aficionados.
Lanzadores zurdos y derechos fueron azotados con los batazos de largo alcance del niño mimado del béisbol. Su posición de zurdo incomodaba a los pitcheres.
Una vida triste que alcanzó la gloria en un deporte que descubrió por accidente; en un albergue para niños y jóvenes a donde lo abandonó su padre que jamás volvió por él. Ahí nació la leyenda de un jugador que ha sido el consentido de los cronistas, jóvenes y veteranos, que lo recordaron con agrado. En México tuvo su máxima expresión de idolatría a través de la voz del hoy extinto Pedro Septién, apodado el Mago.
En cuanto a Alex Rodríguez tal vez se cansó del béisbol. O de las críticas. O quiere disfrutar la vida con su familia con los millones de dólares que ha devengado limpiamente.
Con los Rangers de Texas, hizo historia y los llevó al campeonato con mucho honor. Sus batazos aún resuenan en el estadio de los Vigilantes de Texas donde viven miles de mexicanos.
Esos mexicanos, que, han dejado millones de dólares en los diversos parques; de la Liga Nacional y Americana.
Alex Rodríguez deja de herencia su estilo, clase, elegancia y su coraje deportivo con batazos de cuatro esquinas.
Con los Yanquis de Nueva York termina una carrera de satisfacciones, ensombrecida por una acusación de ingesta de sustancias prohibidas.
Adiós de los diamantes de Alex Rodríguez, quien no llega a los 700 bambinazos, la cifra de los grandes. Le faltaron cuatro.
O le faltan.

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