Terror en sierra y calles…
La civilización es la victoria de la persuasión sobre la fuerza. Platón
Mientras que en calles y caminos de Sinaloa no hay día en que no se cometan asesinatos, crímenes de alto impacto que nunca son investigados mucho menos esclarecidos, ahora el terror regresa a comunidades de la sierra por el ataque armado de elementos de la Marina a comunidades alteñas en agresiva supuesta búsqueda del prófugo Joaquín “El Chapo” Guzmán.
En la capital sinaloense, la sociedad culiacanense se vio sacudida por el asesinato de un hijo de Daniel Cebreros, ex dirigente del PRD y ex regidor, cometido por agentes policiacos que lo confundieron con un maleante.
Se ha hecho costumbre en algunos elementos, sobre todo de la Policía Ministerial, de disparar a matar no a detener como debiera ser el caso cuando se tratase de delincuentes en fuga.
En este caso, la víctima resultó ser un buen muchacho, totalmente ajeno a las actividades delictivas.
Censurable a todas luces la forma en que fue acribillado pues los agentes, como ya ha sucedido en otros casos, dispararon a matar.
Ante ello, el anuncio oficial es “que se investiga a los agentes”, frase que se antoja hueca, es decir que no conducirá a ninguna parte.
Pero, aunque la supuesta investigación condujera a encontrar responsables y se aplicara la ley, ello no devolvería la vida de un inocente sacrificado por irascibles agentes con mentalidad criminal.
Esa vida, como otras caídas en circunstancias similares, no regresan.
Por otra parte, las acciones de los elementos de la Marina Armada de México en comunidades serranas de Sinaloa y Durango, tampoco tienen justificación.
Se ha dicho que los operativos de esa corporación iban en busca del “Chapo” Guzmán.
Pero eso no justifica las acciones que realizaron sembrando el terror, manteniendo secuestradas a familias enteras y provocando la huida a monte traviesa de otras decenas de familias ante el temor de ser masacradas.
Al menos 14 comunidades serranas sufrieron mas de 72 horas de terror, huyendo las familias sierra abajo para refugiarse en la cabecera municipal de Cosalá, algunas.
Otras huyeron hacia diversas comunidades sierra abajo para refugiarse con familiares o familias generosas que las acogieron.
La forma en que arribaron, por aire y tierra disparando sobre los poblados, tomando rehenes, cercando pueblos, provocó una ola de terror que hizo recordar a algunos la masacre de San José de los Llanos, Badiraguato, ocurrida allá en los 70´s cuando la Operación Condor comandada por el Gral. José Hernández Toledo.
Ahí fuerzas del Ejército llegaron a la comunidad abriendo fuego sobre los asistentes a un baile, asesinado a una veintena de personas. (Constancia de ellos hay en los archivos de El Debate gracias al reportaje realizado en ese entonces por José López Hernández).
Hoy no se sabe de muertos, sin embargo hay denuncias de por lo menos seis personas desaparecidas de quienes ni la Armada ni ninguna otra autoridad da razón.
Si se busca al narcotraficante prófugo no hay justificación para que ninguna autoridad llegue sembrando el terror y tome prisioneras a personas cuyo único delito es vivir, mejor dicho sobrevivir, en la sierra.
Y menos se justifica la actitud del Gobernador Mario López Valdez que en lugar de pedir a las fuerzas federales actuar con mesura y respeto a los derechos humanos, esté solicitando a los medios de comunicación que “no lastimen a las fuerzas armadas” y que se dirijan hacia los responsables no contra las instituciones.
Si, es cierto, las fuerzas armadas cumplen una importante función de combate al narcotráfico. Se les reconoce.
Pero de ninguna manera se justifican los excesos, menos contra gente inocente.
No todos los habitantes de las comunidades serranas son narcotraficantes.
Ni tienen la culpa de que las autoridades sean incapaces para contener a esos delincuentes.