PENSAR, VOTAR Y ORAR

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A lo largo de toda esta semana nos toca reflexionar, en forma muy personal, nuestro sentido del voto en las urnas por los candidatos que nos propusieron los partidos políticos o por los ciudadanos que se postularon por la vía independiente.
Por primera vez en la historia de Sinaloa habrá un gran paquete de boletas en nuestras manos.
El domingo primero de julio vamos a escoger al hombre que queremos como mandatario nacional, al varón o a la dama que irá al senado de la República y al candidato o candidata que estará en la cámara de diputados federales.
Eso será un primer momento para nuestra cabeza escondida en la casita, teniendo de frente las alcancías que recibirán nuestra moneda democrática; que legitime el gobierno federal próximo.
Una vez que ya decidimos al poder central vendrá uno de los momentos difíciles para todo ciudadano: Escoger al capitán de su comunidad.
Esta vez no tendremos el nervio de decidir por un mandatario estatal. Ese domingo nos toca orar por el que se tiene. Sin lugar a dudas se le avecinan momentos difíciles. Sea quien sea el presidente mexicano.
Es un momento crucial cruzar el nombre de quien queremos como presidente municipal, ya sea un aspirante nuevo o uno que se quiera reelegir.
Se tendrá que analizar los colores que representa. Los grupos que lo apoyan. Los que lo siguen. El carácter que tiene. Los hechos que lo avalan.
Pero sobre todo que pueda presentarse en cualquier escenario social y que no emane el olor del vic vaporub de la corrupción, que muchos hombres y mujeres se untan cada noche.
También vamos a elegir legisladores locales con la esperanza de que su actuación no decepcione, como ocurre frecuentemente en cada votación en temas de derechos humanos y de justicia social.
Tanto en la elección federal, como en la local, también se reflexiona sobre lo que significan los partidos políticos, que finalmente son manejados por hombres y mujeres de ambición.
En esta elección ya vimos como los partidos se partieron en diferentes regiones del país y las supuestas alianzas quedaron en divisiones marcadas o abandonos de último momento.
Se mezclaron el agua y el aceite que finalmente se separó y se deslindó.
La alianza de más valor es la que nos heredaron nuestros padres y es la que integran, por un lado, la obligación y, por el otro, el honor de ir a votar.
Hay que ejercerlo; pero antes hay que hacer el esfuerzo por analizar cada opción para cada puesto.
Nos llevará varios minutos; pero saldremos de la casilla sin la molesta sensación de que cometimos errores de decisión.
¡Que así sea!

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