Marca Cultura Edición No. 1622

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La muerte no llega con la vejez, sino con el olvido.

Cuan acertada esta frase del inolvidable Gabriel García Márquez, que hace honor a ella, al ser recordado por muchos con agrado por su invaluable aportación a la literatura, y criticado por otros (nadie escapa a eso) como sucede en esta vida.

El Día de Muertos a celebrarse el próximo dos de noviembre, ha sido reconocido por la UNESCO, como patrimonio Inmaterial de la Humanidad al difundir valores de respeto y convivencia.

Los orígenes del Día de Muertos en México se remontan hacia la época de los indígenas de Mesoamérica, tales como los aztecas, mayas, purépechas, nahuas y totonacas. Los rituales que celebran la vida de los ancestros se realizaron por estas civilizaciones, por lo menos durante los últimos tres mil años. Cuando los conquistadores españoles llegaron a América en el siglo XV, ellos estuvieron aterrados por las prácticas paganas de los indígenas, y, en un intento de convertir a los nativos americanos al catolicismo, movieron el festival hacia inicio de noviembre para que coincidiera con las festividades católicas del Día de todos los Santos, el primero de noviembre.

La celebración del Día de Muertos o Fieles Difuntos, se realiza de distintas maneras, extendiéndose hoy en día más allá de las fronteras. En México destacan las celebraciones hechas en Michoacán, Puebla, San Luis Potosí y Estado de México. Es Michoacán, el estado que tiene más arraigada la tradición, aquí los pueblos purépechas que rodean el Lago de Pátzcuaro y la Isla de Janitzio realizan el ritual de velación. En Jarácuaro, los adornos más espectaculares están en el Templo de San Pedro, en Cuanajo son famosos los caballitos de madera sobre las ofrendas y altares de las casas conocidas como kejtzitakua. En la Basílica de Pátzcuaro se presentan piezas alusivas a la muerte y de los embarcaderos parten numerosas lanchas a Janitzio, mientras los pescadores realizan sus rituales. En Tzintzuntzan, hay obras de teatro al aire libre, instalación de ofrendas y una presentación de juegos prehispánicos de pelota encendida (uarhukua). Huaquechula, Puebla es reconocida por los hermosos altares donde predomina el color blanco, llama la atención también el singular ritual que se lleva a cabo en el poblado.

En San Luis Potosí, la fiesta de los muertos se llama Xantolo, siendo la más importante de la zona.

El panteón de San Andrés en el Barrio Mágico de Mixquic, en la Ciudad de México, es el escenario principal donde se lleva a cabo un cortejo fúnebre escenificado, en el cual se hace gala del humor mexicano. En los altares de muertos queda de manifiesto la belleza del artesano mexicano, dejando al descubierto su creatividad. Las ofrendas que ahí se instalan van desde flores, una cruz, imagen del difunto, incienso, arco, papel picado, velas, comida, agua o cualquier objeto que en vida haya pertenecido a quién o quiénes se dedica el altar. El Día de Muertos se celebra la vida de nuestros difuntos, al reconocer la muerte como parte natural de la experiencia humana. En México se cree que ese día los muertos despiertan de su sueño eterno para compartir la celebración con sus seres queridos. EL 2 de noviembre los panteones se llenan de gente que lleva a sus seres queridos que han partido flores, velas y música; también hay quienes velan y oran una noche antes (algunas leyendas han surgido de ahí). Otras actividades peculiares del Día de Muertos son “Las calaveras”, versos compuestos en su mayoría con sentido humorístico, sin dejar de lado el tradicional pan de muerto que se expende en la mayoría de los comercios.

Debo reconocer que “nunca” he comido uno (me da asco). Me acordé que mi padre decía que cuando iban a su casa a ofrecerle servicios funerarios, les daba con la puerta en las narices, ¡qué incongruencia! El mexicano se ríe de la muerte, la desafía y no le teme: ¡ay! de mi llorona, llorona, llorona, de azul celeste, ¡ay! de mi llorona, llorona, llorona, de azul celeste y aunque la vida me cueste llorona, no dejaré de quererte, aunque la vida me cueste llorona, no dejaré de quererte.
Gracias por tu tiempo, hasta pronto, D.M

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